El comerciante Winy Juan Antonio Enríquez dirige una pequeña tienda en Nuevo León, México. Entre la gente del vecindario, Enríquez ha acumulado un seguimiento constante de clientes leales.

Pero hay un cliente en particular que es el más fiel de todos.

Hace aproximadamente un año, mientras Enríquez se preparaba para cerrar la tienda por la noche, una figura solitaria apareció tímidamente en la puerta. El visitante era un perro callejero que miraba a Enríquez con ojos suplicantes.

“Llegó solo, muy mal alimentado”, dijo Enríquez a The Dodo. “Le di comida, pero era muy desconfiado”.

Después de devorar esa comida, el perro volvió a desaparecer en la noche. Pero esa no sería su única visita.

En los días y semanas siguientes, el perro callejero hambriento aparecía al azar en la puerta principal de la tienda de Enríquez. Enríquez siempre lo recibía con una comida, ganándose poco a poco la confianza del perro.

“Poco a poco me permitió tocarlo”, dijo Enríquez. “Me tomó más de un mes antes de que me permitiera acariciarlo”.

Al perro lo llamó Carlos.